viernes, 21 de agosto de 2009

La casa del millón de espiritus

11 de Diciembre de 2005

Carmen bajó del coche y comenzó a ascender por una cuesta de tierra oscura cuyo final lo coronaba una gran verja de hierro repujado bastante oxidada.
Trabajaba para una famosa galería de antigüedades desde hacía dos años, pero aún así su jefe nunca le había brindado la oportunidad de trabajar directamente con el cliente y poder hacerse con una suculenta cartera. Esta sería su gran oportunidad. Nerviosa, abrió de nuevo la carpeta con el dossier de su nuevo cliente que había sido preparado meticulosamente por la secretaria personal del dueño de la galería y leyó de nuevo todos y cada uno de los párrafos letra por letra, palabra por palabra.
El vendedor en este caso se trataba de un joven actor de poca monta francés que acababa de recibir una suculenta herencia de parte de la familia materna. Sus padres habían muerto hacía unos años en un terrible accidente de coche a las afueras de Hamburgo y como hijo único que era dilapidó la pequeña fortuna que le dejaron en una vida de libertinaje organizando fiestas y adquiriendo coches de gran cilindrada con los que asistía a la mayoría de los eventos de la alta sociedad de la capital francesa. Hace apenas un mes, al fallecer su abuela materna, el joven francés recibió de nuevo otra jugosa herencia: Unas propiedades en el interior y una antigua mansión decimonónica llena de recuerdos familiares de la que nada sabía.
Una de las mejores casas de subastas del país se había puesto en contacto con su galería para que hiciera inventario de todo lo que hubiera de valor y poder sacarlo al mercado antes de fin de año. Para eso estaba Carmen a punto de cruzar la verja de entrada y empezar con su trabajo.
Tras cruzar el descuidado jardín de entrada, Carmen se encontró con una increíble fachada de estilo colonial americano muy parecidas a las que se puedan encontrar en el barrio francés de Nueva Orleáns, pero totalmente inusuales en la península. Si no fuera porque se podía percibir el abandono en el que se encontraba ahora, la casa hubiera llamado la atención por su belleza romántica. La puerta de robusta madera estaba parcialmente abierta, así que Carmen cruzó el umbral y se plantó en el recibidor a la espera de su anfitrión.
- Hola, buenos días ¿hay alguien aquí?
- Bons jours mademoiselle, llega bastante temprano.
En lo alto de una gran escalinata que comunicaba el piso inferior con el superior apareció un joven apuesto vestido con un traje blanco. Con sutil gracia bajó lentamente los escalones saludó a Carmen con un leve beso en la mano y la pasó al interior.
- ¿Ha sido el viaje placentero señorita Costa?
- Bueno ha sido tranquilo.
Tras pasar unas puertas de doble hoja entraron en un salón comedor decorado muy al estilo medieval. Armaduras de diferentes siglos flanqueaban numerosas colecciones de espadas y arcos colgados en la pared por varias presillas de hierro. En el centro de la sala una gran mesa rectangular con varias sillas a su alrededor albergaba dos servicios preparados para la hora de comer. El joven francés señaló la silla de su izquierda y Carmen tomó asiento. Al momento personal de servicio se deslizó a sus espaldas y un apetitoso caldo de pollo humeaba en sus platos.
- ¿Qué le parece la colección de arte que poseo señorita Costa?
- Señor Faloux, he de decir que he quedado muy sorprendida, sinceramente. Sabía de la riqueza artística de su familia pero he de reconocer que todo esto rebasa mis expectativas.
- Realmente el arte siempre ha sido una debilidad en mi familia señorita Costa, desde varias generaciones mi familia ha atesorado innumerables joyas artísticas de incalculable valor en estos tiempos presentes. Desde cuadros de pintores consagrados que jamás han visto la luz hasta pequeñas filigranas de oro y piedras preciosas fabricadas por los joyeros más importantes de Francia y España. Y es que el arte puede ser un diminuto escorpión que cuando te pica estas perdido. ¿Y a usted cuando le pico el pequeño alacrán señorita Costa?
- Bueno si he de ser sincera todo empezó en el colegio de monjas donde estudié. Todo rodeado de antigüedades y con una hermosa basílica de estilo gótico donde rezábamos todas las mañanas.
- Ummm, interesante pasado el suyo señorita Costa. Sin duda alguna el arte cautiva de miles de maneras, pero ¿alguna vez ha oído alguna vez que el arte cobrara vida?
- Sinceramente no, señor Faloux.
- Pues acomódese en su butaca señorita Costa, porque lo que le voy a contar seguramente no venga en los libros de historia y posiblemente sean cuentos de viejas, pero como suelen decir ustedes los españoles cuando el río suena, agua lleva. Está la famosa historia de aquel pintor italiano cuyas obras cobraban vida una vez acabadas, pero esa historia no viene al caso y además no creo que haya mucho fondo auténtico en ella… Creo que la leyenda de la casa del millón de espíritus sea la más adecuada.
Corrían los primeros años de nuestra era cuando en la zona del Pirineo aragonés un poderoso druida se estableció huido de la Bretaña ocupada por las poderosas tropas de Julio Cesar. Tras levantar una casa de piedra a la orilla de un asentamiento Vaceo, comenzó con sus artes mágicas. Los lugareños asustados por los horribles ruidos y las extrañas luces que salían todas las noches por las ventanas, decidieron armarse de valor he ir a ver lo que allí acontecía. Armados con rudimentarias herramientas de trabajo cruzaron una noche el vado del río he irrumpieron en la casa del misterioso druida. Con los ojos atónitos contemplaron horrorizados como este anciano desangraba un bebe y se rociaba con su sangre mientras entonaba unos cánticos que subían de intensidad a medida que el ritual avanzaba. Y esto fue la gota que colmó el vaso para los campesinos. Con fuertes empujones sacaron al horrible brujo y en el medio de la villa lo quemaron sin ningún miramiento.
Mientras el cuerpo del anciano ardía, este todavía sacó fuerzas de flaqueza para echar una maldición que llegó al corazón de todos los presentes. Desde ese día hasta que el mundo muriera, esa casa se alimentaría de todo aquel ser humano que por sus proximidades apareciera.
Lo siguiente que se sabe es que los lugareños de la aldea vacea quemaron la casa por miedo a que la terrible maldición del desconocido druida se cumpliera.
Para poder continuar con la historia hay que referirse a un documento escrito por un historiador romano que doscientos años después narra las habladurías de un pequeño pueblo del sur de las montañas que separan Iberia del país galo que cuentan como en uno de los valles de la zona hay una aldea fantasma donde todos sus campesinos desaparecieron de la noche a la mañana y donde nadie ha vuelto a vivir.
Hay perdemos la pista de la llamada “casa encantada”. Varios siglos después encontramos de nuevo historias de peregrinos del camino de Santiago que cuentan como en una de las rutas se encuentra una misteriosa casa de acogida donde cualquier persona que se hospeda en ella desaparece sin dejar rastro.
Y año tras año, siglo tras siglo, la leyenda de la casa que aparece y se lleva la vida de todo aquel que mora en ella crece a ritmo vertiginoso por toda la geografía de la península. Hay referencias a ella tanto en el norte como en el sur, el este como en el oeste. Pero quizá la que mas impacte es la referida a la horrorosa guerra civil que sufristeis el siglo pasado, donde se cuenta como una compañía entera de milicianos republicanos se refugió en una gran casa de piedra situada a las afueras de un pueblo el cual iba a ser bombardeado por la aviación nacional. Después de tres duros días de bombardeo, las tropas del general Franco entraron en lo que quedaba del pueblo para no encontrar nada. Ni rastro de la compañía republicana y lo que es todavía un gran misterio ni rastro de la enorme casa de piedra situada en el camino de entrada. Peor suerte corrió aquel soldado republicano que, tras desertar de sus filas fue a informar al capital nacional de donde se encontraban hospedadas las desaparecidas tropas rojas, y todo por su supuesta mentira.
- Pero como ha dicho usted señor Faloux, no son más que cuentos de vieja, antiguas leyendas españolas.
- Puede ser señorita Costa, pero ¿y si después de todo fuera verdad? Tenga usted en cuenta que hay fuentes que pueden constatar la existencia de dicha casa.
- Siento desilusionarle señor Faloux pero no soy de ese tipo de personas que creen en ese tipo de cuentos que cuentan a los niños pequeños a la luz de una hoguera en un campamento de verano.
- Pues sinceramente señorita Costa debería creerlas, ya que está ahora mismo viviendo una de ellas.
Después de tres días sin tener noticias de la joven anticuaria, la compañía para la que trabajaba dio parte a la policía de su desaparición. Dos días después la Guardia Civil encontró su coche en una explanada de tierra cerca de un páramo rural donde acababa un antiguo sendero de caza. De la joven nunca se volvió a saber y su caso fue archivado años después.
Tres años más tarde una hermosa casa decimonónica restaurada se ponía a la venta en una apartada urbanización de la capital española.

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